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"Esperanza Mía" El fenomeno desde adentro - Clarin Espectaculos (09-08-15)




"Esperanza mía": Un éxito como Dios manda

Teatro.Clarín compartió toda la intimidad del fenómeno que encabezan Lali Espósito y Mariano Martínez: desde su llegada al Opera, hasta su salida a bordo de una combi.


http://www.clarin.com/extrashow/teatro/Esperanza_mia-teatro-Lali_Esposito-Mariano_Martinez_0_1408659466.html

Hay niñas vestidas de monjas, un chiquilín disfrazado de cura, hay llantos desconsolados de pura emoción nomás, hay corridas, hay alegría y hay una realidad que supera a la ficción. Y no a cualquiera, por otra parte: a la ficción argentina más vista del año. Por eso, la tira de El Trece se animó a convertirse en musical, para, entre otras cosas, ratificar el dicho de que la avenida Corrientes nunca duerme. Al menos, mientras Esperanza mía siga en el Opera, con sus fans cortando el tránsito, con su elenco inmerso en una dinámica medio Rolling Stones, con guardaespaldas y combis para llegar y salir, con la pasión ajena devenida en devoción, el término que más le cabe a esta historia con disparador religioso y taquilla desbordante. Clarín compartió seis horas de un ritual que la tiene a Lali Espósito con el 10 en la espalda, aunque ella no se mueva, ni arriba ni abajo del escenario, como Lali y diez más.




Llueve en Buenos Aires. Nada parece detener al público que forma dos cuadras de cola, y que seguramente tiene su entrada desde hace semanas -apenas se anuncia cada función (en total serán 63 en Buenos Aires), las localidades se agotan en un día-, que sin querer construye un piquete frente al teatro, entorpecido en el piso por los manteros que venden "a 100 la cofia de Esperanza" y, en el cielo, por los paraguas que molestan más de lo que protegen. El fanatismo no sabe de mal tiempo.
Pero sí sabe de redes sociales: tanto, que no se venden pero cotizan lindo los primeros lugares detrás de las vallas para ver llegar a los protagonistas a las 18, dato que alguien contó por Twitter. Lo que nadie avisó es que ese día había más caos de tránsito que otras tardes y entonces las 18 se convirtieron en 18.16 para Mariano Martínez -16 minutos que para las fans fue una vida entera-, quien al bajar de la combi le pidió calma a un custodio para caminar lento y retribuir gentilezas: saludo de mano, sonrisas para la fotos, punto para el actor. Todos, desde el primero al último del elenco, hicieron lo mismo: detuvieron su paso contrarreloj para agradecer el afecto. Figuras sí, estrellas no.
Ya en el subsuelo del teatro, Topa se va tras su segunda función, mientras la gente de Esperanza... se prepara para la primera. Hoy hay menos tiempo que otros días, porque lo que se perdió con el tránsito no se recupera: la producción ordena salir no más allá de las 19.10. Y la obra comenzará a las 19.09. Antes de eso, mientras el peluquero le hace unos bucles a Lali, la maquilladora le pone brillo dorado y sombra marrón en los ojos: "Acá todo tiene que ser más remarcado que en la tele, parece que estuviera muy pintada, ¿no? Pero no, vas a ver que desde la platea no se nota. Hay que potenciar para que se vea desde la última fila", explica la actriz, con más Opera y Gran Rex encima (gracias a sus shows en la escudería de Cris Morena) que nadie. Dos sillas más allá, la peinan a Angela Torres, le retocan el look a Natalie Pérez y en el camarín de las monjas toman mate Gabriela Toscano, Ana María Picchio y Carola Reyna. Karina K se suma a la charla, que esta vez gira alrededor del fanatismo. Todas tienen una anécdota de este furor inédito para ellas.




Comienza la función, llega el alarido desde arriba, pero Esperanza está en su camarín, porque el guión marca que la encerraron en una despensa. Una productora, en tiempo de descuento, le va avisando cuántos minutos le quedan. Al grito de "ya", se abre la puerta y sale corriendo, sube la escalera, aparece por el hall, se refugia en la penumbra de una entrada a la sala y, como el público -gracias a las benditas redes- sabe que en vez de aparecer por el escenario ingresa por atrás, todos giran para verla pasar, custodiada por expertos. Grito ensordecedor.
Si hubiera un medidor de ovaciones, el podio estaría complicado para ubicar el momento en el que ella aparece, en el que aparece Martínez, en el que se están por besar y sólo es un amague, en el que se besan y en el que sale a escena Franco Masini, el galán joven que hace delirar a las niñas en la función de las 19 y a las madres en la de las 21. Porque el público cambia notablemente de una a otra, tanto que en la primera se escuchan gritos de "Espi""Tomás" (el padre que interpreta Martínez)"besala""ella es tu mamá" (le avisan sobre el personaje de Toscano), mientras que en la segunda se superponen los "papito""comele la boca""potro", "entregate, Esperanza".
Ver una función de cara al escenario y otra desde atrás es una experiencia interesante. Son dos obras en una. Es ver lo que se ve y lo que no se ve, también. Es ser testigo de un fenómeno que tiene una dinámica de trabajo aceitada, con corridas, pero sin vértigo, con una producción que está en todos los detalles. Incluido el catering personalizado, en una sala vecina a los camarines. En el intervalo, es zona tomada: sandwichitos de pollo, empanadas, pizzetas, chips de salame y queso, milanesas de peceto y gaseosas para todos. En el horno, el mozo cuida "una pechuguita con puré para Mariano". Lali tomará un té de jengibre y sacará de un tupper, preparado para ella, un puñado de almendras, anillos de algarroba, cereales, nueces y pasas.




Entre el saludo final de la primera y el arranque de la segunda queda media hora, que se va entre comida, retoque de maquillaje y recuperación del aire perdido con tanta coreografía. Lali se refugia un rato en su camarín (ver La intimidad...). Se siente cómo arriba limpian la sala. Quedan cinco minutos: todos, menos ella, enfilan hacia el escenario. Saben que el teatro -1903 localidades- está colmado, saben que tienen que salir como si recién empezaran.
Esperanza vuelve a correr como si tuviera 23 años, que los tiene, y una agilidad envidiable. Uno la ve disparar hacia adelante y la pierde, lucha desigual. En escena, va tomando forma la obra producida por Pol-ka y dirigida por Valeria Ambrosio, que pone una lupa sobre una posible escena del programa: el coro del Convento Santa Rosa tiene la chance de ir al Vaticano a cantarle al Papa, las monjas malas le tienden una trampa a Esperanza, pero, se sabe, en la ficción nada es imposible.
Segundo saludo final, se corre el telón, hay abrazos, palmadas y besos entre los compañeros, muchos se despiden con un "hasta luego", porque saben que en ocho horas se reencontrarán en las grabaciones de la tira. Hay crema para quitarse el maquillaje, hay cambio de vestuario y hay un productor que pregunta '¿Quiénes se van hoy en la combi?'. Los de siempre más Clarín. Hacia allá van, desandando el camino entre vallas y fans, para subirse al vehículo que se perderá por la ciudad.
Adentro, cual viaje de egresados, Mariano Martínez musicaliza con cumbias de Marama, para que Toscano y Masini bailen en sus asientos, y cierra con una susurrante melodía de Justin Bieber, que Lali se sabe de memoria: le hace la segunda. Hay mística en la trafic, en el grupo, en esa ceremonia post teatral que sabe a la mejor de las sobremesas.




La intimidad del camarín de Lali
Hay dos trajes de monja en el perchero, una foto de su amada Frida Kahlo, tres espejos con 18 luces, la rutina de la obra pegada en la pared, un sillón y, sobre la mesa, una caja que dice “Benditos sean los dulces”, su debilidad. Una muñeca de Esperanza y los regalos de sus fans. 
La cifra
89.441 personas vieron la obra hasta anoche. Cuando el jueves 20 se despida del Opera, habrán pasado por ahí 119.889 personas desde su debut, el 4 de julio.


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Diario Perfil


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