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Cómo es ser Lali Espósito, según Lali Espósito - LA NACIÓN Espectáculos (17-03-16)




Cómo es ser Lali Espósito, según Lali Espósito

A dos días del gran cierre de su gira A Bailar, una charla a solas con la artista que a los 24 logró que todo el país cante sus canciones


Lali Espósito duerme poco pero bien. Cuatro, cinco horas, no más. No es de dar vueltas insomne en la cama, no sueña, no tiene pesadillas, o al menos jamás la perturban ni las recuerda. Se despierta de buen humor, hablando, le encanta hablar. Toma mate, pone música y arranca sus días con agenda completa. Aunque ahora está en la cresta de la ola, su vida es una maratón desde que comenzó su carrera actoral, a sus tiernos 10. Hoy tiene 24, y cuando se mira niña, adolescente, se recuerda siempre así, a mil. Y le encanta.

En dos días se cerrará su primer tour, A Bailar, con el que recorrió todo el país, en el Luna Park, con dos fechas y una megaproducción hecha a medida para encantar a sus fans. Tuvo que ensayar nuevas y complicadas coreografías y prepararse para un escenario de la magnitud de la catedral del boxeo, al tiempo que rodaba la película que la tendrá muy pronto en los cinesPermitidos, con Martín Piroyansky, y sin abandonar por completo la preproducción de su segundo disco, que saldrá en mayo. Un comienzo de año intenso. Pero el 2015 no se quedó atrás: las grabaciones de Esperanza mía la tenían totalmente comprometida y durante las vacaciones de invierno no sólo grababa sino que también se subía al escenario del teatro Opera hasta dos veces por día para la versión musical de la tira. En realidad, repasar cada uno de los años de su carrera significa encontrarse con una persona que no para. Dice que tiene energía y que la va a aprovechar al máximo. Le creemos. También jura que no se arrepiente de su infancia y adolescencia tras la pantalla. "Me perdí y me pierdo muchas cosas", dice a LA NACION. "Pero me pasa que en vez de pensar lo que me perdí, porque no sé qué fue, pienso en las experiencias que tuve anormales para mi edad. Empezando por saber lo que querés hacer, dedicarte a eso y tener tu dinero a través de lo que te gusta desde los 10 años, eso es muy poco común. Yo, toda la adolescencia, mientras mis amigos no sabían qué hacer con sus vidas, yo ya sabía que quería hasta los 90 años hacer lo que me gustaba. Eso fue una bendición", explica. Poner lo positivo por encima de lo negativo es su punta de lanza contra el agobio de la fama. Siempre. Cuenta que ahora, en un par de semanas, se va a perder el cumpleaños de su ahijado porque va a estar en Israel con su gira. "Puta madre, no voy a estar", dice que pensó, pero de inmediato cambió esa idea por la imagen de la multitud que, sabe bien, la va a ovacionar en Israel. "Hay una parte de mí que lo siente, pero está la otra parte, la activa, la que va para adelante, la laboral, que está muy prendida fuego. Mi familia y los que me quieren saben y no me juzgan por no estar", dice ahora. Y se absuelve con otra anécdota: "El 29 de diciembre cumple mi mejor amiga, y hacía tres años que no estaba en su cumpleaños. Este fin de año pude estar y nos abrazamos y lloramos. Nunca me reprochó "che, no estabas". Disfrutamos de que estuve. Nunca tuve la sensación de que me estaba perdiendo de algo, al contrario, siempre estuve feliz".


Dicen los que trabajan con ella que sus shows son como una reunión familiar. Siempre la acompañan los suyos y muchos adjudican la templanza de su carácter a que cuenta con el apoyo de sus padres y hermanos para todo. También son el secreto del éxito. Su mamá está cuidando cada detalle y fue uno de los brazos de este, el primer tour de Lali con un disco propio. Llega con ella a la entrevista. Charlan, se ríen, cuentan anécdotas del detrás de escena como si hablaran del show de una megaestrella -otra, ajena- que espiaron desde las bambalinas. Ver a su mamá, a su entorno, es entender que detrás del nombre, el cuero, los brillos, las plataformas y la cara inconfundible repetida en cientos de miles de afiches (y ahora también de perfiles de usuarios de Twitter que le rinden homenaje), hay una chica que rechaza el divismo. Lali quiere ser terrenal. Y justamente por eso parece de otro mundo.


Si con Chiquititas, Floricienta y Casi Angeles se convirtió en la ídola de todo el arco teen, con Esperanza mía y su gira por el interior atacó los targets que le faltaban. Lali es hoy más famosa que nunca. Eso también le encanta.
-Hay como una cosa de inconsciencia que agradezco tenerla naturalmente. Soy culpable en el buen sentido de eso y la gente con que la que trabajo también. Hay como una normalidad. No me asusta la fama, al contrario, abro los brazos a ese público nuevo, más chicos y más grandes. Hago muchas cosas, entonces que venga público de todos lados lo tomo, lo abrazo, genial. Me gusta ser una artista completa, lo más que pueda, siempre. Por eso tengo inquietudes en todas las ramas. Algún día no te sorprendas que empiece a estudiar psicología que es algo que quiero hacer pero no tengo tiempo.
-Debe haber momentos en que los aplausos se suben a la cabeza. ¿Cómo se controla el ego?
-Pienso en Messi, ya está, él es famoso en serio. Pensá en Madonna. No hay que confundirse.
-¿Quién te puso los pies en la tierra?
-No sé quién. le echaría la culpa a mis padres. Pero me hago cargo de que pienso de ese modo, nadie me hizo pensar así, empecé a vivir éxitos los de Cris y nunca, pero particularmente en los grupos con los que trabajé, todos tienen este pensamiento. Hay algo muy angelado de que compartí mucho con gente muy piola. Con gente que no es piola también, que me enseñó lo que no quiero ser. Se me hizo muy feo ver lo equivocado que podés estar, muy evidente la parte fea de creérsela y le escapé a todo comentario o pensamiento que me haga pensar que soy una genia. Yo soy muy exigente, siempre creo que le falta para estar bien. Está buenísimo pero puede estar mejor.
-¿Qué cosas raras te pasan por la fama?
-Todo. Todo es muy loco. Hay una cosa muy simpática que es como que sos un familiar. Yo soy la hija, entonces te agarran "mamita, cómo estás", y te abrazan y vos... Eso es loco pero es muy agradable. Después es más raro que cuando se arma la bola porque entraste a un restaurante y vos estás con la cabeza en que fuiste a comprar ravioles. Y se arman situaciones que sos medio lobo marino de la rambla de Mar del Plata, es más incómodo, te sentís un poco zoológico. Pero tratás de entender que por ahí para el otro es divertido verte.
-¿Cómo convivís a diario con eso? Hay muchas cosas que no podés hacer...
-La ideal es armar la vida para no pasarla mal. No voy a un shopping un sábado a las dos de la tarde. Trato de no perder la parte de silencio.
-Pero... ¿vas al shopping?
-No soy mucho de ir al shopping, pero hago las compras, las hago yo, porque si no no como, y porque no quiero perder como la realidad.
-La gente debe esperar de vos que seas siempre graciosa...
- Totalmente. A veces tenés un mal día, estás mal y te dicen "ah, sos más simpática en la tele". A la gente le cuesta verte como un ser normal... Que te pasan cosas. Lo entiendo. Pero no me exijo ser graciosa todo el tiempo. Me gusta pasarla bien yo. Me levanto de buen humor, trabajo con mi equipo de buen humor, ponemos música, busco energías que hagan bien.
-¿Cómo manejan el tema redes sociales con Mariano [Martínez, su novio]? ¿Debaten qué subir y qué no?
-El debate interno surge desde con qué decisión la vamos a pasar bien. Somos los dos muy perfil bajo en lo personal. Ahora yo estoy en un momento que hay muchas noticias, por suerte, porque estoy trabajando mucho. No estoy tan acostumbrada a hablar de lo que me pasa a mí en mi vida personal. No tengo problema en responder porque también es parte de lo que soy, pero tampoco abro tanto el juego. Siento que tengo una vida privada, sé lo que pasa en mi pareja, cómo somos, las cosas que compartimos. El día que pierda lo íntimo, no sé cómo reaccionaría ante eso, porque me gusta mi intimidad. Te puedo hablar sin problema de Mariano porque estoy tranquila de que tengo una intimidad. Si no la tuviera me costaría más contestarte. Somos tranquilos a la hora de lo que mostramos públicamente. El otro día subió una foto re linda de los dos por el día de la mujer porque soy la novia. ¿Y qué? ¿Me va a ocultar? Lo hace, pero no hace de más.

El episodio del bicho

Hace un mes, Lali estaba de gira por el interior, arrasando con un público de varios miles de personas en cada presentación, cuando tuvo que afrontar la cancelación de un show por primera vez. Fue en Leones, provincia de Córdoba. El motivo "de fuerza mayor" fue blanco de burlas y fuertes críticas: se dijo que había abandonado el escenario porque se le había metido un bicho en la boca y que era fóbica. Luego hubo decenas de versiones distintas y mucho se insinuó sobre la falta de profesionalismo de dejar el escenario "por un bicho". Lali hizo un descargo en Twitter y no volvió a hablar del tema. Hasta ahora. En diálogo con LA NACION, agradeció la posibilidad de explayarse sobre el asunto y dar detalles de esa noche: "No era un tema de fobia. Era una situación hostil. No es que yo soy fóbica a los bichos. Había una especie de plaga. La verdad, para que te des una idea, el escenario era un colchón de bichos. Cosas del tamaño de tu iPhone. No era un chiste. Los tenía adentro del traje. Me felicito por haber llegado al tema número seis. Yo y todo el equipo. Trabajo desde los diez años. Nunca en mi vida suspendí un show. No soy una loquita, me mantengo bastante en eje a la hora de trabajar. No es que me entró un bicho y suspendo el show. Eso es subestimarme. Dejé un poco que se diga porque a veces aclarar ni siquiera sirve. Te lo cuento porque es la vedad. Yo sé lo que pasó y respondo por un montón de gente que trabaja conmigo. Nadie podía laburar".
Consultada sobre si le adjudicaba responsabilidad a la organización del festival que la había invitado, dijo: "No quiero decir eso, no sé, capaz también se sorprendieron con la situación. No se podía seguir porque era peligroso para el equipo, es como si fuera por una situación climática. Como si hubiera una tormenta eléctrica. Había que cancelar".


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